lunes, 30 de noviembre de 2009

Mi antigua calle, Alonso Cano, donde yo nací.


Como ya tengo una mochila llena de de años colgada al hombro,a veces la nostalgía me puede y me pongo tontorrona a recordar.
Yo nací en la calle Alonso Cano, me parió mi madre en un segundo derecha húmedo y umbrío. Mi casa era de ladrillo visto, techos altísimos y puertas blancas que mí madre se empeñaba en tener siempre inmaculadas.
Alonso Cano es una calle donde se combinaban las fuerzas de la vida (en una enorme panadería que olia a gloría) y lo incongruente de la muerte anidando a medias escondida en un taller de marmolista (especialista en angeles dormidos y estoícos crucifijos) al final . En una de las bocacalles había un orondo carpintero que nos regalaba pequeñas espadas de madera con las que mí hermana y yo jugabamos a las Cruzadas.En una esquina estaba la tienda de ultramarínos de Paco, un hombre afable al que siempre que le pedía el "mandaico" me regalaba una sabrosa pasta con media cereza en el centro.
Desde mí balcón,el más alto, veia frente a mi la casa del estanque. Era una casa enorme con un jardin enmarañado donde reinaban los insectos que tenian a mi madre todo el día con el "flic" en la mano. En los bajos, una carbonería con hombres tiznados de hermosas y blanquisimas sonrisas.
Desde la ventana de mi habitacíon, un mar de tejados rojizos por las tardes bullian con el estruendo de vencejos y gorriones que se disputaban las migas de pan remojadas que les echaba el padre de Paquito,el nene era el terror de los vecinos.
Mi casa aún sigue en pie, ahora está llena de inmigrantes que saben aguantar fríos y húmedades.La panadería sigue con otros dueños. Murío el carpintero orondo y Paco el de la tienda de ultramarinos. El marmolista se fué con sus lápidas a cuestas. Yo sigo pasando por mí antigua calle todos los días y recuerdo las espadas de madera y las pastas de cereza.En mí calle pasé mi infancia y parte de mi juventud y en cierta medida creo que alguna que otra vez fuí feliz.

No hay comentarios: